En las últimas décadas, el cambio climático ha ascendido rápidamente en la lista de prioridades de la agenda global. Este fenómeno global, alimentado en gran medida por las actividades humanas, amenaza no solo la salud de nuestro planeta, sino también la estabilidad social, económica y política de las naciones. Es un desafío que no respeta las fronteras y que requiere un esfuerzo colectivo y coordinado a nivel internacional. Sin embargo, la respuesta global al cambio climático ha sido desigual, en parte debido a las complejidades de las relaciones internacionales.
En un mundo en constante cambio, donde las fronteras parecen cada vez más permeables debido a la globalización, emerge una nueva y urgente realidad: el cambio climático. Este fenómeno, lejos de ser meramente ambiental, se ha convertido en un actor de pleno derecho en el tablero de las relaciones internacionales, otorgando un papel relevante a la denominada "diplomacia ambiental".
Las relaciones internacionales, a lo largo de la historia, siempre han sido un intricado baile de poder. Sin embargo, entender estos juegos de poder se vuelve menos enigmático cuando se mira a través del prisma de la economía política.