Los crecientes desafíos del cambio climático y el desplazamiento forzado ya no son cuestiones separadas; son crisis profundamente interconectadas que requieren soluciones urgentes e innovadoras. Hoy en día, más de 120 millones de personas se encuentran desplazadas por la fuerza, impulsadas por una combinación volátil de conflictos, pobreza y peligros climáticos. Para estas poblaciones vulnerables, cada día representa una realidad desalentadora: la erosión de la seguridad, la estabilidad y la esperanza.
El aire se siente cargado de tensión, no por alguna tormenta inminente, sino por la cruda verdad de que el mundo corre hacia un precipicio. Cada año, cada decisión postergada y cada política errónea nos acerca un paso más a un punto de no retorno. Las apuestas son altas, y las consecuencias de la inacción podrían ser catastróficas. El cambio climático y la degradación ambiental ya no son amenazas lejanas; están aquí, acechándonos, alterando los sistemas que han sustentado la vida y la prosperidad durante generaciones.
El mundo se encuentra al borde de una crisis energética de magnitudes sin precedentes. A medida que el crecimiento de la demanda de energía continúa superando la capacidad de suministro, la fragilidad de nuestra dependencia de fuentes tradicionales como el gas y el petróleo queda expuesta. La situación actual es un recordatorio alarmante de nuestra falta de preparación y la lentitud en la adopción de soluciones sostenibles que puedan evitar un colapso energético global.