El cambio climático, impulsado en gran medida por actividades humanas, es una realidad tangible que amenaza no solo nuestros ecosistemas, sino también nuestra propia supervivencia. Las sequías, las olas de calor, los eventos climáticos extremos y la subida del nivel del mar son algunas de las manifestaciones tangibles de este fenómeno. Pero, en este panorama desolador, emerge un aliado poderoso y, a menudo, subestimado: la naturaleza misma.
La acelerada urbanización, combinada con una creciente dependencia de los vehículos motorizados, ha convertido a las ciudades en importantes contribuyentes al cambio climático. El transporte, especialmente el privado, es uno de los principales generadores de emisiones de gases de efecto invernadero. En este contexto, el transporte público emerge como una herramienta vital en la lucha contra el cambio climático. Este artículo examina el papel del transporte público en la reducción de la huella de carbono urbana y cómo las políticas adecuadas pueden hacer la diferencia.