En la Declaración Universal de Derechos Humanos, la salud mental está implícitamente reconocida como un derecho fundamental. Sin embargo, su promoción y protección han quedado relegadas a un segundo plano en muchas agendas políticas y sociales, a pesar de su impacto indiscutible en la vida individual y colectiva. Este artículo pretende poner en primer plano la salud mental como un derecho humano fundamental, a menudo olvidado, pero absolutamente esencial.
La salvaguarda de los derechos humanos ha sido una prioridad para las naciones y organizaciones internacionales a lo largo del siglo XX y XXI. Sin embargo, la perspectiva actual está cambiando de manera palpable. Nos encontramos en un momento crítico en el que el medio ambiente se ha convertido en un actor fundamental en la conversación sobre los derechos humanos.
En un mundo caracterizado por la diversidad cultural, las sociedades a menudo se enfrentan a divisiones profundas que pueden dificultar la implementación efectiva de los derechos humanos. Estos derechos fundamentales, consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, son universales e inalienables, pero su aplicación en contextos fragmentados presenta desafíos únicos.
En el siglo XXI, las mujeres se encuentran en la vanguardia de la lucha por los derechos humanos y la igualdad de género. A medida que el movimiento feminista ha ganado fuerza y visibilidad, las mujeres han desempeñado un papel crucial en la promoción de cambios sociales significativos en todo el mundo.